¿Te quemas siempre en verano? ¿Sabes qué es y cómo cuidar una quemadura solar? Evitando las quemaduras solares, evitarás el cáncer de piel (ya que son un factor de riesgo).
El verano nos da muchas cosas buenas: las vacaciones, los amigos, los viajes… pero también nos da cosas malas. Las siestas en la playa sin protección solar, los viajes sin cremas, el aftersun caducado, la reutilización de los fotoprotectores año tras año…
Cada vez somos más conscientes de los efectos nocivos del sol. Aunque en verano siempre se habla este tema, sigue habiendo algún despistado.
Porque según la posición de la tierra es cuando estamos más próximos al sol. Por eso en verano, nos ponemos morenos y hace más calor. ¿Y cuando hay que prestar aún más atención? Cuando el sol está incidiendo sobre la tierra de manera directa, es decir, en las horas centrales del día, de 12 a 16h.
No es casualidad que la mayoría de las quemaduras solares aparezcan después de echar una cabezadita en la playa o la piscina. O de jugar algún deporte antes o después de comer.
Las quemaduras solares son lesiones de los tejidos. La piel se daña, sufre y la función barrera se ve comprometida. Las quemaduras se dividen en cuatro grados según la importancia, la extensión y la cantidad de exposición solar. No llamamos quemadura a la aparición de una ampolla. Una quemadura solar empieza antes de la aparición del enrojecimiento y dolor.
Las quemaduras solares empiezan con enrojecimiento y pueden acabar con ampollas de atención hospitalaria, fiebre, resfriados, náuseas, vómitos, debilidad, deshidratación, shock… Los daños pueden ser permanentes y con 15 minutos de exposición nada más. Debemos ser conscientes que el cáncer de piel es el efecto más nocivo que nos puede causar el sol.
Existen tres tipos de radiaciones solares:
Todas estas radiaciones inciden en nuestra piel y si no aplicamos protección solar y atención suficiente puede salirnos mal la jugada. Existen dos millones de casos al año de cáncer de piel y el melanoma es un tipo de cáncer muy conocido y extendido.
Mucha gente entiende que quemarse es equivalente a ponerse moreno. Esta frase la hemos escuchado miles de veces. Pues no es así. La epidermis se daña y se produce un enrojecimiento. La piel se levanta y se pela. Nuestro cuerpo, ante tal hecho, empieza a reparar constantemente la piel, retira las células muertas y las reemplaza. Y aquí es donde empieza el peligro, el esfuerzo constante de la piel para reparar el daño.
Cuanta más exposición, más probabilidad de dañar el material genético de la célula, el ADN y por lo tanto más predisposición a sufrir cáncer de piel.
Hay una frase muy sabia que dice: más vale prevenir que curar. Y en este caso nos viene como anillo al dedo.
Para evitar las quemaduras solares es necesario estar bien protegido. Y por eso lo ideal es empezar desde la infancia. Lo más fácil es educar a los niños sobre la importancia del sol, para que vayan adquiriendo buenos hábitos.
Asegúrate que la crema solar que compres te cubra de las cuatro radiaciones: UVA, UVB, luz visible e IR.
Aftersun. Una cosmético con nombre inglés que significa “después del sol”. No solo hay que aplicar aftersun cuando existe la quemadura. Hay que aplicar siempre, siempre, siempre, después de cada exposición al sol. El edema no aparece hasta pasado un tiempo y podemos evitar el enrojecimiento y evitar el sobre esfuerzo de la piel si la aplicamos antes.
El aftersun es un producto que sí o sí tiene que estar en tu neceser:
El aftersun que recomendamos siempre aftersun es Aftersun Posthelios de La Roche Posay. Se absorbe rápidamente y está enriquecido con agentes restauradores lipídicos para favorecer la reparación de la piel.
Leave A Comment